domingo, 3 de enero de 2016

Oscar by (Lyamn J Evc)

Oscar estaba sentado sobre su cama, las sirenas perturbaban la oscuridad de la noche avisando a los vecinos que algo había ocurrido; algunas caras se asomaban por las ventanas pero sin poder divisar nada debido a la penumbra que cubría a la noche con su oscuro manto. Oscar escucho varios coches aparcarse en el jardín de su casa y luego hubo un silencio sepulcral, roto por una voz estruendosa y conocida.

¡Oscar! ¡Oscar! ¡Sal! ¡No hay forma en la que puedas escapar, no quiero que te hagan daño!. 

     Oscar pudo reconocer la voz de Esteban, su hermano, un policía de la ciudad. Unas lágrimas brotaban por sus ojos al saber que era su propio hermano quien lo venía a buscar.

¡Oscar! ¡Hermano, sal, no quiero perderte hermano! ¡Sal Oscar!.

     En ese momento  Esteban fue interrumpido por el jefe de policías, que llego en una patrulla especial. 

¡Oscar García sal con las manos arriba! ¡No se te hará daño si sales bajo tus propias leyes, pero si no sales o te resistes tendremos que usar la fuerza– Anunció el hombre. 

     Esteban, al escuchar eso se acercó rápidamente al jefe.

¡Jefe, déjeme ser yo quien me comunique con Oscar  le dijo gritando sin importarle rango ni placa. sé que puedo lograr que él se calme y se entregue! Es mi hermano, no quiero perderlo.
–Muy bien García –contestó el jefe resignado –pero si no lo logras en 30 minutos mandaré a mis hombres. 

     Esteban estaba preocupado, sabía que el jefe hablaba en serio y que no le importaría que la vida de Oscar fuera cegada para siempre con tal de cumplir con su labor.

–Hermano–gritó detrás de la puerta –Eres todo lo que tengo. Mi única familia, no me queda nadie más.

     Oscar se quedaba sin decir nada.

–No quiero verte caer, no sabría que hacer sin ti, ¿te acuerdas cuando éramos niños? tú eras mi ídolo, mi modelo a seguir, yo siempre quise ser como tú.

     Oscar dentro de su habitación lagrimeaba un poco. En ese momento abrió su mesa de noche saco un cuaderno, una pluma y empezó a escribir.

Oscar tu no pue…
¡Basta!–Rugió el jefe ya cansado de esperar Pérez, Gómez y Martínez entren a esa casa…. García de verdad lo siento, te di el tiempo necesario. 

     En ese momento, los tres policías rompieron la puerta de la casa y ya dentro, subieron poco a poco las escaleras con mucha cautela. Un fuerte olor a muerte los golpeó; un olor a sangre coagulada y mierda que expedía la parte de arriba de la casa, casi no los dejaba respirar, haciendo que apuraran un poco el paso hasta llegar a la puerta del cuarto principal donde Oscar se encontraba.
En ese instante, Oscar por fin había terminado de escribir , así que dejó el cuaderno sobre la mesa junto con el lápiz. Sacó  una caja de la gaveta y los oficiales le interrumpieron.

Oscar García, suba las putas manos ahora mismo!

     Un sonido retumbó fuertemente en toda la casa, lo que hizo que Esteban saliera corriendo hacia adentro de la misma y subiera las escaleras tan rápido que ni siquiera se percató del terrible olor de la segunda planta. Al llegar a la puerta, vio a su hermano,  al hombre que siempre siguió en su vida lanzarse por la ventana del segundo piso mientras, al mismo tiempo, se daba un balazo en la cabeza. Todo lo que pudo escuchar fue un terrible ¡BAM! y luego el cuerpo de su hermano  golpear el pavimento del estacionamiento.

     Esteban cayó al piso llorando, los 3 oficiales que estaban en su presencia sólo alcanzaron a colocar sus manos sobre los hombros del pobre hombre, el cual había perdido a su único y verdadero amigo, a su ídolo, a su hermano. Se levantó y se acercó a la mesa de noche en donde encontró el cuaderno en el que Oscar había escrito por última vez. 

Querido hermano, no te culpes por lo que ha sucedido ésta noche. Era algo que yo venía prediciendo con el pasar de las últimas semanas. Si alguien aquí tiene la culpa soy yo por haberme enamorado como un tonto de una mujer que no valía la pena, por haber tenido a mi familia con una mujer que solo no me quería sino que había llegado a odiarme, pero ¿qué hice yo? me desviví toda mi vida para darle lo mejor a ella y a mis hijos. ¿Para qué? Para que ella me pagara dejándome en un abandono terrible  yéndose con ese hijo de puta que ni su nombre sé. 

Hoy la llamé y le pedí que trajera a los niños, ella subió sola y me espero en la oficina. Ahí yo me acerque a ella y le pregunté “¿Sofía por qué?”. Y ella solo supo decir: Ya no me eras útil. ¿Puedes creerlo, yo un inútil? Yo, que he trabajado toda mi vida para mantenerte cuando éramos jóvenes después de la muerte de nuestros padres y luego en mi adultez para cumplir los lujos de esa puta barata. Aquello fue algo que no pude soportar, así que me tiré sobre ella y empecé a estrangularla, ya estaba perdiendo la respiración, pero cuando estaba a punto de morir la solté. Pensé que si ella me había hecho sufrir tanto yo debía hacerla sufrir de peor manera.  Tomé un abre cartas que estaba en la mesa de la oficina y la apuñalé con el, una y otra, y otra vez en el estómago, en el pecho y todos los lugares en los que pude imaginar, creo que perdí la cuenta de las veces en las que el abre cartas entró en ella.

No es algo que haya disfrutado, pero si era algo que tenía que hacer. La dejé sobre el piso de la oficina, cerré la puerta de la misma y llamé por el celular a Mateo que se encontraba con César en el carro y le dije que los dos queríamos hablar con ellos. Me asomé por la ventana de su cuarto y los vi entrar en la casa, desde allí les grité que estábamos en la habitación de arriba y me escondí   detrás de la puerta. Al verlos entrar la cerré. Mateo me vio cubierto de sangre y quedó paralizado, César en cambio se acercó a mi y me preguntó qué coño había hecho. En ese momento lo apuñalé en el cuello con el mismo abre cartas, empezó a desangrarse y a convulsionar en el piso, pronto dejó de moverse. Pienso yo que fue una muerte rápida ya que, lo admito, mis hijos no merecían sufrir lo que la puta de su madre si mereció. Mateo seguía paralizado, como en shock, él era el más pequeño, con él fue con el que menos me tarde y al que menos hice sufrir de los tres. Lo tomé, lo acosté en su cama y con una almohada lo asfixie hasta que sus ojos se cerraron para siempre. Luego de eso fui al teléfono y llamé a la estación de policía, confesé el asesinato y di la dirección de mi casa; la verdad pensé que los malditos policías serían más discretos y no te mandarían a ti pero como lo pude comprobar hace unos minutos tus compañeros de trabajo son unos hijos de puta.
Nuevamente, hermano, te digo: nada de esto es culpa tuya, yo ya tenía pensando acabar con mi vida cuando todo esto inició… Te amo hermano.
Firma: Oscar García
Ex jefe de policía
Ex padre
Ex esposo

Siempre hermano.